En ésa
tarde gris, dos hombres desconocidos se sentaron en la comodidad del tren uno
frente a otro con la mirada seria y desgastada, separados únicamente por unos
metros entre vagón y vagón.
Uno de
ellos vestía ropa elegante y costosa, y aparentaba unos sesenta años
El otro,
parecía tener frío con esas telas viejas y harapientas, aunque gozaba de una
hermosa juventud,
El primer
sujeto sacó un peine de su abrigo y acomodó su cabello canoso
El
segundo, parecía tratar de hacer lo mismo.
Entonces
el anciano pretencioso tomó su abrigo de piel y se arrulló en ella,
El joven
trató de hacer lo mismo, pero tan sólo consiguió envolverse en sus mismas telas
desgastadas,
El primer
hombre tomó su pipa y la encendió con soberbia
El joven
sólo consiguió un cigarrillo arrugado de uno de los bolsillos de su pantalón
Ambos los
encendieron y empezaron a fumar
Si el
anciano inhalaba dos veces el joven también,
Si el
anciano no soltaba su humo, el joven tampoco,
Así hasta
que el viejo hombre se percató de la situación.
No dijo
nada, sólo que ahora observaba con atención al muchacho
Parecía
mirarle con mucha ilusión.
Entonces
el anciano decidió aprovecharse de la situación sólo para divertirse,
Tomó la
copa de vino de su pequeña mesa de madera y la meció antes de beberla
El
muchacho se estremeció al darse cuenta de que en su mesa nada más yacían las
cenizas de lo que fue su tabaco.
A su lado
la copa media vacía abandonada por otra persona, la tomó, y una vez más imitó
al anciano.
Entonces
el viejo hombre se convenció de que aquel muchacho haría cualquier cosa si él
lo hacía primero,
Le gustó
la idea...
El
anciano lo llamó apuntando con uno de sus dedos alargados y arrugados al sujeto
que abriendo los ojos de sorpresa se dirigió casi en un segundo hacia al hombre.
Este hizo
que se sentara frente a él sirviéndole una copa del vino que lo acompañaba
mientras lo examinaba con mucha intriga. No hizo ni una sola pregunta, sólo se
limitó a observarlo a lo que este también le devolvió la misma mirada. Así
hasta que el anciano tomó un cuchillo de la mesa y untó mantequilla en una
rodaja de pan que pronto el muchacho habría de tomar de la misma manera.
Pero esto
no era exactamente lo que el viejo hombre quería en su totalidad.
Tomó uno
de los cuchillos que adornaban a los lados de la mesa de en medio y empezó a
juguetear con el hasta que pretendió haberse lastimado.
Entonces
el muchacho tomó el instrumento e hizo lo mismo, a diferencia del anciano, éste
si se habría hecho daño realmente.
Con un
hilo de sangre brotando de su mano levantó la vista hacia el hombre que
respondió con un resoplo casi de burla al ver el acto insensato del joven.
Miró por
la ventana del tren en busca de nuevas ideas para amenizar un poco su larga
travesía a lo que sus pensamientos se vieron manchados por una repentina ola de
maldad.
¿Así que
el muchacho copia con exactitud todo lo que hago...o pretendo hacer?
Le dedicó
una mirada discreta y sombría.
Esperó un
momento y se levantó de su asiento abriendo de par en par la ventana que estaba
de su lado.
Sin
discreción alguna el joven lo imitó.
Ahora, el
viejo sabía de memoria el camino que se dibujaba más adelante, había viajado
tantas veces que a cada objeto que parecía cruzar por aquellas ventanas le
había otorgado un lugar en su mente, visualizando así absolutamente todo el
paisaje que se avecinaba, sabía entonces que no a pocos muchos metros yacía una
saliente oxidada y alargada al borde de las vías del tren no muy lejos de la
última estación que besaba el vidrio del transporte cada vez que este pasaba a
su lado.
La
saliente habría de pasar primero por el sitio del joven antes de tocarlo a
él...era un plan perfecto.
No era de
extrañarse que vagabundos como él actuaran de manera semejante, así que si el
muchacho ha de morir, nadie le prestaría mayor atención.
Y así lo
hizo, contuvo la respiración para no ahogarse en medio del viento que golpeaba
a gran velocidad y sacó su cabeza por la ventana mientras su cabello cenizo
danzaba y se revoloteaba en su rostro, miró entonces a una distancia no tan
lejana aquella saliente que esperaba ansioso.
El joven
que de la misma manera había actuado, lo miró esta vez con ojos repentinamente
vivaces, lo que inquietó ligeramente al hombre que esperaba contemplar su
mirada inocente y sumisa.
Fue
cuando éste rápidamente se volvió al interior del tren, el anciano confuso y a
la vez sorprendido quiso hacerlo también pero en un intento inútil habría
notado las manos fuertes del joven que sosteniéndolo de la nuca lo habían
inmovilizado.
No cabía
la menor duda que el escenario que se presentaba denotaba un cambio drástico de
roles entre estos dos individuos.
Agitando
las manos y las piernas trató de deshacerse del sujeto que lo sostenía pero la
fuerza de su juventud era claramente
una
característica dominante ante la vejez de la presente víctima.
La vida
de éste se reduciría a escombros en unos segundos de distancia del objeto
oxidado que saludaba armoniosamente en la cercanía.
Dejó de
forcejear y se redimió a la idea de morir, por un segundo se arrepintió de
haber actuado de una manera tan enfermiza, pero nada de eso importaba ya en las
puertas del infierno...
A solo
unos centímetros del objeto el anciano fue devuelto bruscamente en su asiento
con una leve cortadura en su mejilla...
Sin tener
pista de lo había sucedido miró sobre-exaltado al joven que lo contemplaba con
desprecio desde cerca.
Con la
respiración agitada y el pecho tembloroso una palabra había logrado
escabullirse de los labios secos y pálidos del hombre
-¿Por qué?
El tren
arribó en la última parada a lo que el muchacho respondió en un tono tranquilo
pero severo
-Si hay
algo que nunca he de imitar es la maldad de la que han demostrado estar hechos.
Y
desapareció a lo lejos dejando tras sí un retrato de indignación hacia la
humanidad.
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