Ella encontró un bello
lugar para descansar y pensar, así que enrolló su largo vestido y formó parte
de aquel paisaje arrullándose
entre las flores.
Cerró sus ojos y resopló
suavemente antes de poder dormir; Imaginó su vida en aquel lado del espejo,
jamás cambiaba su fantasía pues
ella deseaba ser Alicia.
A lo lejos del campo escuchó los pasos de una persona que a juzgar por el sonido que emitía parecía ser pesada, volteó su pequeña cabeza con inocencia y observó cómo un hombre de aspecto mórbido la veía a lo lejos, estaba parado en una esquina del bosque con las manos en los bolsillos y un gran sombrero negro que cubría la mitad de su rostro, no parecía moverse, simplemente se limitaba a quedarse en ése lugar...para lo que parecía ser, acechar.
La pequeña sintió miedo, había escuchado las innumerables
historias que su madre le contaba acerca de las personas malas, y ésta parecía ser una de ellas.
Se puso en pie muy
despacio y sin quitarle la mirada, dio unos pasos hacia atrás preparándose para
correr pero el hombre se puso en
marcha y empezó a acercarse, el corazón de la niña comenzó a latir con rapidez,
volteó sin pensarlo y echó a
correr despavorida.
Aquel hombre se enfadó y
no dudó en seguirla con pasos fuertes y toscos; por unos minutos ofrecieron una
carrera descabellada con la
pequeña luchando con las ramas en su rostro y aquel tipo buscando
atraparla como si fuese su presa, y
prácticamente lo era.
La niña comenzó a resoplar en el camino, tenía un cuerpo fuerte pero sabía que se estaba cansando y poco a poco perdió velocidad.
No faltó mucho para que él
la alcanzara, la tomó con ambos brazos para que después de una lucha imparable
de la pequeña lograse llevarla a
lo profundo del bosque.
Allí la golpeó para que se
quedara quieta, pero ella echó a gritar cada vez con más fuerza.
Sin opción evidente tomó
una piedra y la incrustó en su delicada cabeza haciendo que ésta callara por inconsciencia, pasaron los minutos, tal
vez las horas, hasta que finalmente regreso en sí.
Con el vestido hecho harapos
y su rostro ensangrentado quiso levantarse, pero un agudo dolor le recorría la
entrepierna, la contempló un
segundo y pudo observar su desnudez y maltrato.
Contando los segundos
logró sentarse en la tierra húmeda y fría, tenía miedo, más del que una persona
pudiese soportar.
Fue cuando que para su desgracia
aquel hombre se acercaba una vez más desde lo lejos con la misma lúgubre
presencia, ella lo escuchó fuerte
y claro cuando estuvo a solo metros de su cuerpo y no pudo contener sus
lágrimas.
Sólo el bosque esconde su terrible pesadilla, ni sus alaridos ni su llanto fueron escuchados jamás.
Él la tenía como su placer
propio, era de su propiedad y lo sabía desde aquella vez en que la vio saltando
entre las flores del campo.
No se sabe cuánto tiempo
podía soportar, pero para su maldición y como lo dije antes ella gozaba de un
cuerpo muy fuerte que le permitía
seguir viviendo la misma escena una y otra vez.
Siempre que despertaba lo
veía venir, siempre articulando las mismas palabras y con el mismo deseo...
-Vengo por más...
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